Delirios
I Un acordeón acompaña la tarde. Tigres en las nubes perciben la posibilidad de un acontecimiento fortuito, intenso. Un cielo color carmesí huele a lirios, a café. El campo plagado de libertad y mariposas es el terreno idóneo para el florecimiento de un arcoiris que se forma en la conjunción de luz con cascadas de agua cristalina. Juana se encuentra al borde del río. Admira el paisaje que la rodea. Su pelo brilla como la plata; su sonrisa es tenue, plácida, perenne. Así, con sus pies sumergidos en el agua, recuerda a su amada; aquellas veces en las que mirarse a los ojos y abrazarla era estar frente a un cielo lleno de estrellas. Se consolidaban los placeres más generosos. El tacto percibía el olor, la nariz percibía los colores y los ojos volaban al más allá. Sus encuentros acompañados de excelente comida, hacían que el gusto por la vida fortaleciera sus deseos por más.